martes, 31 de enero de 2012

Y ahora, ¿qué?

Acabo de terminar de cursar mis materias en la universidad. Empiezo a hacer el servicio social. Trabajo en mi tesis. Es un momento de transición. Una especie de limbo, porque ya no soy estudiante, pero tampoco trabajo. Ahora, luego de cuatro años y medio en la escuela, se supone que puedo hacer un trabajo profesional. Y ya he tenido oportunidad de hacerlo.
     El asunto es que, así como yo, hay cientos, quizá miles de jóvenes más. Muchos seguramente más capaces o esforzados, más merecedores de ese trabajo en la redacción de un periódico con el que ahora sueño. Sí, ya terminé la licenciatura, pronto me titularé (espero). Y qué. Sigo siendo nadie, sigo sintiendo la misma incertidumbre que antes de entrar a estudiar.
     Mi promedio no me garantiza un buen empleo, el título tampoco me lo atraerá como si fuera un imán. He de empezar desde abajo, como todos. Con prácticas profesionales en las que con gusto trabajaré casi gratis a cambio de experiencia y, con mucha suerte, tendré oportunidad de que me contraten de lo que sea.
     Porque, puestos a ver la situación, aunque yo quisiera desarrollar cierto tipo de trabajo, la verdad no me importaría hacer lo que nadie más quiere por una razón muy simple: necesito el empleo. Me urge que alguien me pague una cantidad aunque sea precaria de dinero con cierta regularidad porque, ahora que ya no estudio, se terminó mi beca. Y ya saben, uno necesita recursos para hacer el consumo elemental necesario para vivir.
     Así que sigo más o menos como al principio, sin saber bien qué hacer o cómo. Porque el presidente del empleo no cumplió y el entorno es cada vez más adverso. Si mis abuelos pudieron con su esfuerzo darle a sus hijos casa, carro y carrera, yo no sé siquiera si alguna vez podré adquirir un departamentito pinche para vivir, tomando en cuenta que los créditos del Infonavit ahora son casi impagables, a 30 años o más.
     Me dirán que no debo quejarme. Que me va mucho mejor que a los jóvenes nini o a quienes han tenido que unirse a las filas del crimen organizado. Quizá tengan razón y comparado con eso es bastante fortuna poder decir "acabo de terminar mis materias en la universidad". Al menos yo puedo plantearme otras alternativas a futuro, aunque sea difícil.
     Pero igual protestaré: por mí, por ellos y por todos los demás. Porque no tendría por qué ser así de duro. Todos deberíamos tener acceso a la educación y después aspirar a un empleo digno, bien remunerado, en el cual desarrollar nuestras potencialidades humanas. Esto, que es un derecho, parece ahora un privilegio.
     Ya sé que todos están más preocupados por la elección del próximo presidente, que seguramente nos la pondrá peor, sea quien sea. O contando muertos, o buscando a los hijos perdidos, o tronándose los dedos para que cuadren las cuentas y todavía sobren unos centavos para comer. Pero esto también es importante.
     Cercenarle el futuro a una generación es sacrificar, no sólo a los jóvenes, sino a la nación entera. Yo quiero tener un empleo no nada más para poder comer o pagar la renta, sino para aportar con lo mejor de mis capacidades para que este país no se hunda en la mierda más y más. Ese es mi más genuino deseo.
     Ojalá que lo pueda realizar.

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