miércoles, 7 de julio de 2010

Lo que el perro me dejó

Por donde vivo hay un parque, a su alrededor ha rondado por años un perro. Joven y sano, todos lo querían. Pero un día contrajo sarna. Hace unos días lo vi, su estado ya era francamente lastimoso. "Ese animal sufre mucho -pensé-, alguien debería ayudarlo a vivir mejor o a morir dignamente".
Después, le pregunté a mi novio si él iría a la marcha por el Día de los derechos de los animales, el próximo 17 de julio. Me dijo que no.

-¿No te parece importante abogar por sus derechos?
-No me gusta ir a esa clase de cosas. Preferiría ayudar al perro que vive por tu casa, llevándolo a un veterinario a ver si todavía lo puede salvar, o si no que lo sacrifique para que deje de sufrir de una vez.
-Para eso necesitas dinero
-Tú todo quieres resolverlo con dinero o con marchas. Seguro no eres la única a quien no le gusta verlo así. Puede que a otros les moleste en vez de tenerle lástima, pero igual podrías organizarte con los vecinos, encontrar a un veterinario que pueda hacerlo sin cobrar... no sé. Eso a mí me haría sentir mejor que ir a una marcha.

Aunque la marcha no dejaba de parecerme importante, reconocí que tenía razón. De todas formas, sabía que no iba a ayudarme con el perro. Para cuando decidí actuar, era muy tarde. Al día siguiente, camino a la tiendita frente al parque, vi al perro muerto.
Me quedé pensando. Ahora sé que ir a marchas o pregonar las convicciones no lo vuelven a uno un activista. Entendí que la naturaleza del activismo político y social está en el hecho de modificar algo: no importa cuan grande o pequeño parezca. 
Puede partir de la iniciativa de uno solo, y será trascendente si logra involucrar a los demás. Aunque los demás sean uno o dos. Aún si la gran meta parezca inalcanzable (los derechos de los animales o la paz mundial), un pequeño logro colectivo vale la pena porque ahí hay actividad. En menor escala, sí, pero todos los grandes cambios empiezan por las pequeñas cosas.
Qué lindo, ¿no? Que todo esto haya surgido a partir de un perro sarnoso. Me gustaría ver que la Iniciativa México motivara algo así en los ciudadanos. La verdad, lo dudo. 
Es la gente la que tiene que convencerse a sí misma de que puede hacer algo. Con o sin recursos. Apelando a la solidaridad, despertando una voluntad colectiva.
Este país no necesita unos pocos héroes. Requiere un chingo de ciudadanos. Ojalá no sea, como en este caso, demasiado tarde para hacer algo.

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