Intentaré explicarme. La vida, en general, y las personas, son muy complejas. Nadie puede aspirar a conocerlas y explicarlas sin temor a equivocarse. Cada uno tiene ideas, valores y sentimientos que son absolutamente propios. Claro que hay algo común en nuestra naturaleza humana, puntos de coincidencia que nos permiten convivir, construir, compartir... Pero la esencia de cada uno es intransferible, incomunicable como tal.
Es imposible aprehender la esencia, terminar de conocer a las personas, entender cabalmente los hechos. La parte está en el todo, el todo se integra con la parte; pero nunca se funden en uno solo.
Hay acontecimientos que son importantes porque le incumben a la sociedad, hechos en torno a los cuales es necesario reflexionar para tratar de entenderlos y explicarlos. ¿Pero quién puede aspirar a saber la verdad, ya no digamos La Verdad Universal, sino tan solo de un hecho, de una persona?
Suena pesimista. Pero quien quiera ser un buen periodista, investigar acontecimientos de interés público y transmitírselos con la mayor claridad posible a sus lectores debe ser consciente de estas limitaciones.
Y los lectores también.
Cuántas veces, sobre un hecho cualquiera, se difunden opiniones opuestas, versiones que no coinciden, datos, cifras, interpretaciones; muchos aparentemente bien fundados, dichos con seguridad, con autoridad. ¿A quién creerle?
Lector, no seas ingenuo. Desconfía de todo aquél que venga a decirte la neta del planeta. Del que te ofrece una verdad absoluta, inobjetable. Esos son los más peligrosos de todos.
Lector, no busques respuestas definitivas, porque no existen. Es cierto que debes informarte, pero no le permitas a otros pensar por ti. Busca a los que coincidan contigo en sus puntos de vista, pero también admite a los que están abiertamente en desacuerdo con ellos. Cuestionarse de vez en cuando, con sinceridad y mente abierta, nunca deja de ser sano.
Esto quizá sea obvio: de esta realidad que vivimos, no todos vemos lo mismo, ni lo interpretamos igual. Es importante buscar panoramas y opiniones diversos, pues aún cuando parece que confunde más las cosas, en realidad sirve para tener una mejor idea de qué es lo que pasa.
Es bueno tener convicciones y defenderlas; pero uno no debe comprometerse con ellas más allá de lo sensato. Es inteligente ponerlas siempre a discusión, así se pulen y reafirman, y si descubrimos que estamos en un error, lejos de avergonzarnos de ello, debemos rectificar. Y sentirnos orgullosos de ello, porque no cualquiera puede hacerlo.
Sí, es imposible saber, conocer, estar absolutamente seguros de nada. Por eso es importante escuchar a los demás, con ánimo de entenderlos y ser entendidos; para cuestionarlos y ser cuestionados. No podemos aspirar a la verdad, pero de esta forma es posible descubrir las mentiras.
Suena difícil, pero es una obligación. Sobre todo para los que son o quieren ser periodistas.
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