jueves, 18 de febrero de 2010

Nota Roja: Presentación del libro

La cita: miércoles 17 de febrero, a las 10 de la mañana en una sala de la UAM Azcapotzalco. Aunque el libro ya había sido debidamente presentado en septiembre del año pasado, esta segunda presentación no está de más. Hacen falta más trabajos de estos, y difundir los que ya existen.
El libro, cuyos autores son Marco Lara Klahr y Francesc Barata, trata la nota roja desde una perspectiva amplia, con miras a un lector que lo mismo pueda ser especialista o lego. Hace un recuento histórico de lo que ha sido la nota roja en México, así como de sus mayores exponentes. Aborda la cuestión de nomenclatura: Esa fuente ya no se llama nota roja, sino seguridad, policía, justicia, etcétera. Pero ese no es el meollo del asunto.
Lo que preocupa a estos autores, lo que constituye la mayor aportación de este libro, es la transgresión de derechos en dicho género periodístico. El manejo de la información, denigrante y ofensivo, poco respetuoso para con los implicados, es el punto fuerte en el análisis que los autores realizan.

El problema, que puede parecer simple a primera vista, es mucho más complejo de lo que parece. No es sólo que los reporteros tengan una formación deficiente, que estén obligados a acatar las órdenes de trabajo, que se les exija redactar de cierta manera para vender más. No se trata, como se podría pensar, de un asunto de mala fe o de incompetencia.
Hay un pretexto que los medios siempre usan como excusa para hacer las cosas mal o cometer errores garrafales: el factor tiempo. Que la noticia, para ser noticia, necesita difundirse aquí y ahora; no importa que esté mal hecha, que la información no sea corroborada o que pisotee los derechos de los implicados. Lo cual no es necesariamente cierto, como se ve claramente cuando las propias empresas informativas o sus dueños se ven involucrados en asuntos de interés público. Entonces sí, no publica absolutamente nada en contra de sus propios intereses, y toda la información es cuidadosamente revisada antes de hacerse pública.
En el caso de la nota roja, hay un problema sociológico de legitimación de la violencia. La forma en la que se presentan las noticias [La violó porque vestía de manera provocadora] no sólo parece justificar el crimen [Para qué se viste así], sino que convierte al periodista en juez. No sólo se olvida el derecho a la presunción de inocencia hasta que se demuestre cabalmente lo contrario, en muchos casos se viola el derecho a la autodeterminación informativa, a la protección de datos personales, entre otros.
Por si fuera poco este tipo de enfoque hace parecer los acontecimientos como hechos aislados, descontextualizados del resto de la realidad. Sin causas aparentes ni consecuencias trascendentales. A nadie le importan los protagonistas: De momento sólo sirven para tener una historia que contar, que puede incluso ser chistosa. El hombre que asesina a golpes a su esposa nada tiene que ver con la violencia machista, ni la mujer que ahoga a sus hijos con su contexto social. Los problemas se minimizan; por la excesiva atención a los casos en particular se olvida la violencia estructural. Marco Lara asegura que este tipo de manejo informativo puede afectar a la sociedad, hacerla más insegura.
Más allá de lo que pasa con la nota roja hay un problema de fondo que tiene que ver con la forma de hacer periodismo en México. La información es una industria, sin duda alguna. Los medios que la producen son empresas. Al respecto bromea el autor: "Si nos pusiéramos a hacer chiles en conserva a lo mejor nos saldrían ratones". ¿Por qué? Pues porque no hay estándares de producción y calidad, simplemente. Para ser una industria está poco claro cómo hay que hacer las cosas. Las exigencias y características del proceso de producción y difusión de información varían bastante de un medio a otro.
La forma de proceder la aprenden los reporteros por usos y costumbres. En la práctica se aprende a resolver ciertas situaciones de cierta manera, aunque eso contravenga las cláusulas del código de ética adquirido y presuntamente respetado; pero eso sí, muy presumido. En los hechos son pocos los reporteros que reflexionan sobre las prácticas que aprenden o se les imponen. Lo cual es grave, tomando en cuenta que en esta industria los maquiladores son, precisamente, los reporteros.
Por la razones que sean [falta de preparación o interés], estas son discusiones que raras veces ocurren en las redacciones. Ello sumado a la vulnerabilidad laboral en la a menudo se encuentran, lleva a concluir que la solución no vendrá necesariamente de los reporteros. Mucho menos de las empresas en las que trabajan.
Es muy fácil echarle la culpa a los medios o al gobierno. "Para eso somos buenísimos", comenta Lara Klahr. Pero señala que buena parte de este problema en cuanto a contenidos se debe a la ciudadanía, que no ha aprendido a "hacerse socialmente responsable de lo que consume". Hace falta que el ciudadano asuma su responsabilidad, que aprenda que tiene el derecho y la obligación de exigir información de calidad.
Sucede igualito que con la piratería y los productos chinos de cuarta o quinta: Mientras los sigan comprando se seguirán produciendo.

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