Una batalla clave en la Web
En Internet -la red que nos cambió la vida de golpe y porrazo, aunque muy suave, pacífica y lúcidamente- se está desarrollando un drama con más silencios que estrépitos. Una guerra disimulada por los gigantescos intereses comerciales que están en juego.
Google se fue del mercado chino para no seguir soportando la censura y el espionaje que el gobierno de la potencia sometía a sus usuarios.
China, Irán, Cuba, Egipto, Corea del Norte, Siria, Túnez, Arabia Saudita, Vietnam, Myanmar, Turkmenistán y Uzbekistán son las naciones denunciadas por Reporteros Sin Fronteras como "enemigas de la red".
Según Wang Chen, ministro de la Oficina de Información del Consejo de Estado chino, "guiar de forma adecuada las opiniones en Internet es una tarea importantísima", por lo cual hay que "esforzarse por construir en Internet un ambiente saludable, civilizado, seguro y disciplinado".
Tales argumentos seguramente hubieran sido suscriptos con entusiasmo por otros fans del orden como Franco, Videla, Stalin, Hitler, Castro o Pinochet.
Así, un ecuánime tribunal chico condenó a 10 años de prisión, por ejemplo, al periodista Shin Tao por hacer saber vía mail que el gobierno había prohibido por decreto a los comunicadores dar cualquier información sobre un aniversario de la masacre de Tiananmem, en la que mataron a unas 3.000 personas que simplemente pedían un poco más de libertad en medio de la opresión del régimen comunista-capitalista chino -invento decididamente chino-.
Irán también ha reclutado a un verdadero ejército de espías de la red que se dedican a "cazar" disidentes, individuos que terminan con destinos parecidos o peores al de Shin Tao.
Pero no sólo en feroces dictaduras se desencadenan los atropellos: en el 2001 George W. Bush autorizó a la Agencia de Seguridad Nacional a espiar los mails de personas sospechadas de supuestas actividades terroristas sin autorización judicial y sólo en el 2007, ante un cúmulo de protestas, levantó la medida.
Por eso esta contienda cultural no es nada menor. Hay demasiado en juego.
Fundamentalmente aquello que está en la matriz de toda democracia y sin la cual las personas, las sociedades, los partidos políticos, las escuelas, las universidades, las artes, las ciencias y hasta los clubes y por supuesto los medios de comunicación equivalen a menos nada: la libertad de expresión.
(Publicado en la columna Disparador de Clarín el miércoles 10 de febrero del 2010)
Google se fue del mercado chino para no seguir soportando la censura y el espionaje que el gobierno de la potencia sometía a sus usuarios.
China, Irán, Cuba, Egipto, Corea del Norte, Siria, Túnez, Arabia Saudita, Vietnam, Myanmar, Turkmenistán y Uzbekistán son las naciones denunciadas por Reporteros Sin Fronteras como "enemigas de la red".
Según Wang Chen, ministro de la Oficina de Información del Consejo de Estado chino, "guiar de forma adecuada las opiniones en Internet es una tarea importantísima", por lo cual hay que "esforzarse por construir en Internet un ambiente saludable, civilizado, seguro y disciplinado".
Tales argumentos seguramente hubieran sido suscriptos con entusiasmo por otros fans del orden como Franco, Videla, Stalin, Hitler, Castro o Pinochet.
Así, un ecuánime tribunal chico condenó a 10 años de prisión, por ejemplo, al periodista Shin Tao por hacer saber vía mail que el gobierno había prohibido por decreto a los comunicadores dar cualquier información sobre un aniversario de la masacre de Tiananmem, en la que mataron a unas 3.000 personas que simplemente pedían un poco más de libertad en medio de la opresión del régimen comunista-capitalista chino -invento decididamente chino-.
Irán también ha reclutado a un verdadero ejército de espías de la red que se dedican a "cazar" disidentes, individuos que terminan con destinos parecidos o peores al de Shin Tao.
Pero no sólo en feroces dictaduras se desencadenan los atropellos: en el 2001 George W. Bush autorizó a la Agencia de Seguridad Nacional a espiar los mails de personas sospechadas de supuestas actividades terroristas sin autorización judicial y sólo en el 2007, ante un cúmulo de protestas, levantó la medida.
Por eso esta contienda cultural no es nada menor. Hay demasiado en juego.
Fundamentalmente aquello que está en la matriz de toda democracia y sin la cual las personas, las sociedades, los partidos políticos, las escuelas, las universidades, las artes, las ciencias y hasta los clubes y por supuesto los medios de comunicación equivalen a menos nada: la libertad de expresión.
(Publicado en la columna Disparador de Clarín el miércoles 10 de febrero del 2010)
No hay comentarios:
Publicar un comentario