No sé por qué, pero en este país los sexenios en realidad sólo duran tres años; los otros tres son de campañas. Ha iniciado la temporada de destapes, y se les oye decir que qué bueno, que ya no es como antes que los candidatos se encubrían. No puedo opinar al respecto, pues fue una etapa que no me tocó vivir, pero sí sé que me molesta que empiecen a armar alharaca respecto a las próximas elecciones cuando el presente sexenio va a penas a la mitad. Hasta parece que ponen el cronómetro y compiten por ver quién se destapa primero en el diciembre del tercer año de gobierno.
El anuncio es más un ritual (absurdo) que una auténtica revelación. ¿Quién no sabe (o por lo menos sospechaba) que Ebrard aspira a la presidencia? ¿Alguien de verdad se sorprenderá cuando se destape Peña Nieto?
La cuestión es: ¿tienen que empezar con eso desde ahora? ¿No bastan los tiempos establecidos de campaña para acosar a la población todo el tiempo?
No sé a usted, estimado lector, pero a mí me irrita bastante que irrumpan en la frágil tranquilidad de mi vida cotidiana para anunciar prematuramente obviedades.
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